La Política no puede aceptar el Relativismo Religioso
Mons. Giampaolo Crepaldi *
ROMA, viernes 25 de febrero de 2011 (ZENIT.org).- La política no puede aceptar el relativismo religioso, que consiste en dar un espacio público a todas las religiones y a todas las prescripciones de todas las religiones. Prescripciones religiosas que impliquen amputaciones, sacrificios humanos, prostitución sagrada, segregación obligatoria de personas, disminución de la libertad personal, fundamentalismo religioso fanático, identidad fundamentalista entre ley religiosa y ley civil, violación de la dignidad de la mujer, acciones terroristas, poligamia o otras cosas similares, no deben ser aceptadas por la política.
Cuando la política acepta el relativismo religioso, o sea considera que todas las religiones son iguales y por tanto, en el fondo, son como una única religión, es porque la política ya ha aceptado el relativismo filosófico, es decir la idea de que no es posible conocer ninguna verdad, y también el relativismo moral, es decir que no hay diferencias entre el bien y el mal. Si por ejemplo admito la prescripción de una religión según la cual un hombre puede tener muchas mujeres o viceversa, quiere decir que no pienso que exista la igualdad entre hombre y mujer. Por este motivo el relativismo religioso es malo para la sociedad en su conjunto, de hecho es alimentado por el relativismo filosófico y ético y a su vez los alimenta en un círculo destructivo de toda certeza.
Es por esto, que quizás la emigración provoca el relativismo en las sociedades que acogen, en cuanto a que se consideran todas las religiones por igual, y con ella todo sistema de principios y valores morales. Esto sucede si la razón política ha perdido la confianza en su capacidad de distinguir, en términos racionales, entre el bien y el mal. A su vez, el relativismo religioso debilita esta confianza de la razón en sí misma y aumenta la tolerancia a las actitudes religiosas contrarias a la ley moral natural.