jueves, 28 de octubre de 2010

Benedicto XVI en Inglaterra: Libertad religiosa y felicidad pública - P. Horacio Bojorge

Benedicto XVI en Inglaterra: Libertad religiosa y felicidad pública
P. Horacio Bojorge, SJ


Una relectura desde el Río de la Plata, pero válida también para América Latina y el Caribe.


Lo que SS. Benedicto ha dicho en Inglaterra es un mensaje para el mundo, para toda Europa, pero también para el resto y para el país desde donde escribo: Uruguay así como para otros países de este hemisferio. Me permito pues editorializar a propósito de estas decisivas afirmaciones.

Mientras en Europa se acaba de zanjar la discusión sobre el derecho a la objeción de conciencia, en este mismo momento, en Uruguay el ejercicio de ese derecho se le está denegando a profesionales e instituciones de la salud.

Es razonable temer que el mismo principio en que se basa hoy ese "desconocimiento" justificará en lo sucesivo la imposición de un pensamiento único en los demás ámbitos de la vida pública, como pueden ser las instituciones de enseñanza. De ahí la actualidad del reclamo del Papa que expongo sintéticamente aquí.

En el encuentro con las autoridades de gobierno en el Holyroodhouse Benedicto XVI ha dicho que si se excluye la reflexión sobre Dios y sobre la religión en la vida humana "sobreviene una visión trunca del hombre y de la sociedad".

Por esto, las instituciones religiosas, incluyendo las instituciones católicas, "deben ser libres de actuar de acuerdo con sus propios principios y sus propias y específicas convicciones". Lo que está en juego es la libertad, que no por ser libertad religiosa es menos respetable y sagrada que cualquier otra libertad.

Al escuchar esta afirmación del Papa me hago las siguientes reflexiones.

Es sorprendente que en un mundo donde la libertad es reconocida en teoría como derecho humano fundamental, se considere políticamente correcto desconocerla, impedirla y arrebatarla en la práctica sin ningún escrúpulo ni la más mínima vacilación, negando a las personas la libertad para configurar su vida de acuerdo al imperativo de su conciencia, incluida su visión religiosa de la vida.

Es extraño que esté ocurriendo la privación tiránica de libertad, dentro de regímenes que proclaman, al parecer sinceramente, ser democráticos y respetuosos de las libertades. Por eso resulta también llamativo que el Papa tenga que salir a defender algo tan elemental y en apariencia admitido como obvio por los actores políticos contemporáneos.

Es extraña también que reine una extendida sensibilidad hemiplégica de influyentes actores políticos que al mismo tiempo que luchan por la libertad y los derechos de ciertas minorías y se esfuercen en reconocerlas en las leyes, desconozcan e impidan, también por via de leyes, el ejercicio de las libertades y derechos religiosos, particularmente de los derechos de los católicos. Da la impresión de que sólo esos derechos de los cristianos fuesen considerados incompatibles o reñidos con el bien común que se pretende tutelar recortándolos.

En efecto, ha dicho el Papa hablando en el Westminster Hall, en el encuentro con autoridades civiles, que la fe no es un "un hecho puramente privado y subjetivo", sino "la fuente de nuestra felicidad última como individuos".

Así puede resumirse el razonamiento central que Benedicto XVI ha hecho en su histórica visita a Gran Bretaña desde el 16 al 19 de setiembre de 2010. Este razonamiento ha sido el hilo conductor de sus intervenciones en los varios encuentros que ha tenido en Edimburgo, Glasgow, Londres y Birmingham donde terminó su viaje con la ceremonia de Beatificación del Cardenal John Henry Newman.





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