sábado, 7 de junio de 2014

El Rey que no fue - Mario Caponnetto

El Rey que no fue
Mario Caponnetto


Finalmente, el rey Juan Carlos I ha abdicado. Una nueva irresponsabilidad con la que se cierra un reinado signado por el fracaso y la traición. Su Majestad Juan Carlos de Borbón, Rey de España, pasará sin duda a la historia como el Rey que no fue. No fue quien debió ser. No fue el monarca que España necesitaba a la muerte de Franco. No fue el legítimo sucesor de un régimen que lo había elegido, precisamente, para asegurar la continuidad de los objetivos y de los principios consagrados, tras tres años de cruenta guerra, por la victoria del 1 de abril de 1939. 
    
Aquella victoria fue la victoria de España sobre sus enemigos internos y exteriores; fue la victoria que posibilitó la paz, la reconciliación y la prosperidad de España. No fue, pues, la voluntad de un hombre la que lo hizo sucesor de los frutos y de los bienes de aquella victoria: fue la voluntad de España representada en los mejores hombres de una generación que se jugó la vida en los campos de batalla en pro de la supervivencia de España y de la Civilización Cristiana. No hubo, por tanto, otra legitimidad para el reinado de Juan Carlos que la fidelidad a esa victoria, esto es, asegurar su continuidad en el tiempo, renovando las instituciones políticas a fin de plasmar en nuevas formas el espíritu del 18 de Julio de 1936. 
    
Que el régimen de Franco había ya cumplido su ciclo y requería una transformación, nadie lo duda; que algunas de las estructuras de ese régimen debían ser sustituidas por otras, tampoco cabe dudar de ello. La tarea que la historia le reservaba al Monarca era difícil y grande: levantar la institución de una Monarquía católica, renovada en sus formas pero fiel al espíritu de la Cruzada y a las mejores tradiciones de España. No había, repetimos, otra legitimidad para Juan Carlos. Su legitimidad histórica no le venía tan sólo, ni principalmente, de su herencia dinástica sino de esa misión que España, en la persona del Caudillo, le había confiado.

Pues bien, en lugar de asumir esa misión, Juan Carlos abdicó de ella; y esta fue su primera y fundamental abdicación. Así entregó alegremente a España a la Democracia del Nuevo Orden Mundial y en vez del Monarca que debía llevar a España a la consumación de su destino histórico se convirtió en el impávido cómplice de su demolición sistemática. Porque eso han sido estos casi cuarenta años de democracia, la destrucción de todo orden, natural y divino, con sus secuelas de descomposición moral, espiritual, política y hasta territorial.
    
Por todo esto Juan Carlos es el Rey que no fue. Pudo entrar por la puerta grande de la historia y convertirse en un protagonista de ella; en cambio prefirió engrosar la crónica gris de los escándalos de corrupción y de los secretos de alcoba ventilados por la prensa canallesca. Pudo ser un gran Rey y sólo llegó a ser esta triste figura que se aleja acompañado de la gritería republicana, la indiferencia de muchos y el módico aplauso de los cantinfleros de la democracia, hecho un espectro de sí mismo.
    
Y a propósito de espectros, si hay uno que ha proyectado su inquietante sombra en estos días de incertidumbre es el fantasma de Alfonso XIII, el monarca que debió dejar España aquel triste abril de 1931, corrido apenas por unas elecciones municipales fuertemente sospechadas de fraudulentas.
    




No hay comentarios:

Publicar un comentario

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...