viernes, 18 de enero de 2013

¿Y qué tal si los que empujan a otros fuera de la iglesia dieran el paso definitivo y se salieran ellos?

¿Y qué tal si los que empujan a otros fuera de la iglesia dieran el paso definitivo y se salieran ellos?
Cesáreo Marítimo


El otro día mi mujer, cooperante de Cáritas, me trae un artículo que empieza con esta afirmación: "Una cosa es el movimiento fundado por Jesús durante su vida en Palestina, y otra la religión proclamada por el emperador Teodosio I". Va sin firma y sin referencia a la fuente. Ese artículo lo repartió entre los fieles, uno de los sacerdotes de la parroquia. Por como empieza, se ve bien claro que pretende ser un ataque en toda regla tanto a la Iglesia como a la religión católica. No deja títere con cabeza. Empieza por declarar a Dios Padre-Madre, reniega del sacerdocio, de la liturgia, de la estructura de la iglesia, de la jerarquía eclesiástica empezando por el Papa... de todo. En fin, que según este individuo, el fundador del cristianismo es Teodosio I.

No me ha costado dar con la web de procedencia del artículo. Me he pasado por ella y bueno, he encontrado una gran variedad no ya de matices sino de movimientos que más merecen ser catalogados como auténticas confesiones, que se proclaman seguidoras de Cristo todas ellas, pero cada uno a su manera (¡y qué maneras!). ¡Y es ahí donde se abrevan algunos (lamentablemente muchos) de nuestros sacerdotes, religiosos y religiosas!

No es mi intención hacer promoción del artículo ni de la web en cuestión, sino que me detendré únicamente en la enorme gravedad del hecho de que tengamos que sufrir en nuestras parroquias a sacerdotes que van frontalmente contra la doctrina de la Iglesia y contra la misma Iglesia. Y no les basta hablar y predicar, que al fin y al cabo la palabra pronunciada vuela, y siempre le cabe a uno el consuelo de pensar que ha oído o que ha interpretado mal; que es imposible que el cura haya dicho eso (barbaridades, a veces, de enorme calibre: auténticas herejías).

Digo que no les basta hablar, sino que además se permiten reproducir textos que atentan contra la Iglesia y contra su magisterio, y repartirlos entre los fieles. Con el agravante de que esos curas están abonados únicamente a ese género de literatura y es la única que promocionan entre los fieles. Una literatura por cierto, en la que se transparenta el lamentable bagaje de cultura religiosa de que les proveyeron en su etapa de seminario. Y por supuesto, información descaradamente sesgada y escorada por el lado que más reniega de la Iglesia.

La pregunta que me hago de inmediato: ¿qué hace un cura promoviendo estas doctrinas entre los fieles? La primera conclusión que saca uno al recibir semejante artículo de un sacerdote, precisamente de un sacerdote (un artículo que además niega de plano la razón de ser del sacerdocio) es que ese tal o sufre un severo desdoblamiento de personalidad; o es un infiltrado del enemigo para torpedear la iglesia desde dentro; o es un pobre paniaguado: tan pobre que es incapaz de procurarse recursos para subsistir, y vive de los pobrísimos recursos económicos que le proporciona la iglesia. Y tan menguado, que para darse vidilla y ser alguien, necesita además mantenerse en la condición por la que alguien se fija en él y le escucha: que es la de ser miembro de la Iglesia a la que ataca.

Es decir que lo que realmente vende ese tal, es su "valentía" de atacar a la Iglesia desde dentro, como miembro "crítico" de la misma. Una valentía que los enemigos de la Iglesia aplauden entusiasmados y corean en sus medios. Y que elevan a la condición de heroica cuando alcanza caracteres de traición. Significa esto que la disidencia que tan a menudo se denuncia desde esta publicación, no se limita ni mucho menos a las vacas sagradas, tan mediáticas por su flagrante contradicción entre lo que ofrecen las ondas vídeo y lo que emiten las ondas audio, sino que hay por ahí mucho becerrillo suelto que las emula y las imita dócilmente. El del sacerdote de referencia repartiendo un artículo subversivo contra la Iglesia, es un ejemplo de francotirador. Pero no está solo. Los medios propios de la Iglesia local, sienten por esta línea un amor y una predilección muy especiales.

Y una vez más nos preguntamos los fieles con enorme dolor de corazón: ¿cómo es posible que sean ordenados como sacerdotes católicos, individuos que en todo caso encajarían perfectamente en alguna de las muchas iglesias protestantes, en el supuesto de que éstas los aceptasen? La Iglesia católica no está por el "libre examen" que da lugar en el protestantismo a tantas iglesias como opiniones. Si la Iglesia no está por el libre examen, sino que al contrario tiene una unidad de magisterio, ¿qué hacen en la Iglesia católica esos forofos del máximo dogma del protestantismo?

¿Eh que cuando el cargo público de un partido se aparta de las opiniones o las conductas que comparten todos sus militantes, no tarda en recibir de sus superiores jerárquicos la invitación de irse al partido que sostiene esas opiniones divergentes? Las puertas están abiertas para dejar salir al disidente. ¿Acaso no lo están también en la Iglesia católica?

¿Cómo entender pues que la jerarquía eclesiástica se desentienda de las barbaridades que dicen y escriben miembros consagrados de su jurisdicción como si la cosa no fuera con ellos? Si no es una prioridad vigilar que no se corrompa la doctrina de la Iglesia por parte de quienes ejercen el ministerio de la palabra; si eso no es una prioridad para los obispos y superiores de las congregaciones religiosas, ¿a qué otras prioridades dedican sus desvelos pastorales? Porque realmente es muy difícil imaginar para un obispo una prioridad que esté por encima de ésta. Ya está bien de pastores que saben con absoluta certeza que tienen puestos lobos a guardar las ovejas que Dios les confió, y no hacen absolutamente nada. Es un panorama ciertamente descorazonador.¿Que insistimos mucho en estas páginas denunciando este terrible drama? Es cierto, insistimos mucho, pero no demasiado; al menos no lo bastante como para que recupere sensibilidad el corazón insensible de los obispos. ¿Creen de verdad que lo mejor es no hacer nada? ¿No podrían invitar al menos a los que tan ostensiblemente traicionan a la Iglesia a que dieran el paso definitivo y se salieran de ella?

Es un deber de coherencia: los que predican y actúan contra la Iglesia, pero que no están dispuestos a dejar de vivir de ella, tendrían que tener el valor de abandonarla. Y los que tienen como deber sagrado ejercer de pastores, tienen el deber de ayudarles a dar ese paso: por el bien de la Iglesia.








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